EL NUEVO SALÓN DE PELUQUERÍA DE ÁNGELA NAVARRO

Un taller de imagen que es a la vez un oasis de paz, como solo podía concebirlo la mítica peluquera Ángela Navarro, con una estética al más puro estilo del parisino barrio Le Marais, pero en el centro de Madrid.

Que te peinen mientras contemplas el vergel del jardín exterior del nuevo salón de Ángela Navarro no tiene competencia. Como tampoco nada iguala a que te atiendan en un atelier solo para ti. O solo para ti y tu mejor amiga. O para ti y tu pareja.

La “culpa” de la nueva ubicación la tuvo el confinamiento. Durante el encierro, Ángela empezó a dar vueltas a su creativa cabeza, inquietud obliga, con el fin de encontrar la fórmula, una vez más, para aportar energía fresca a su negocio. Y como siempre a lo largo de sus casi 60 años de profesión, se puso sueños a la obra para imaginarse su nuevo ecosistema, el séptimo de su trayectoria. Encontrar el local y al diseñador que materializaría el espacio donde ella y su equipo iban a trabajar a partir de ahora fue cosa de unos pocos días, en el que quiso condensar en un solo espacio toda su carrera: el atelier, concebido como un gran laboratorio al aire y a la vista de su clientela, el diseño de imagen, el apartado de diagnóstico, la peluquería, la belleza y la

Fundación con la que lucha para aportar un poco de paz estética a las pacientes oncológicas. Un total de 300 metros cuadrados de luz natural y líneas puras que reflejan a la perfección su imagen de marca, desde el pavimento hasta las paredes, pasando por los tocadores y las diferentes salas, con mecanismos móviles automatizados en ventanas y paneles para aportar la máxima intimidad.

LA VIBRANTE HISTORIA DE ÁNGELA NAVARRO

Detrás de Ángela Navarro hay seis salones de lo más variopintos, colaboraciones con Almodóvar, el reinado de la Pasarela Cibeles, y la clientela más cosmopolita con momentos que dan para un documental.

De niña ya sabía que quería ser peluquera, así que a sus catorce años decidió montar su primer salón, nunca mejor dicho, en el salón-comedor familiar, en la vallecana calle Monte Igueldo. Aquel fue el laboratorio de iniciación de Ángela Navarro, para el que compró su primera pica de lavacabezas y su primer secador de la mítica marca Henry Colomer firmando unas letras ella misma por primera vez en su vida. De allí, se lanzó a la calle Minas. En el corazón de Malasaña, fue el primer salón con cabina de estética ¡y hasta máquina tragaperras! Hasta allí se desplazaban desde las señoras más arregladas del barrio de Salamanca hasta las trabajadoras de la calle de la Ballesta. Pero enseguida se quedó pequeño, y la calle Pozas, también en Malasaña, albergó desde entonces el trabajo de las cinco hermanas Navarro: Ángela, Isa, Pepa, Juli y Mari. Ángela Navarro siempre fue una visionaria con respecto a la selección de sus locales, porque desde la calle Fuencarral 4, ella y su equipo atendían a lo más florido de la ‘movida madrileña’ y colaboraban con los que fueron los grandes mentores de Ángela Navarro: el diseñador Manuel Piña y el fotógrafo de moda Javier Vallhonrat. Así empezó ella a participar en las producciones de moda, desde donde pasó a convertirse en la estilista oficial de la Pasarela Cibeles durante varios años. Después llegó el callejón de Jorge Juan, el salón más especial de todos, y donde se rodó una escena de la película ‘Kika’, de Pedro Almodóvar, desde donde trabajaba mano a mano junto a la diseñadora Sybilla. Fueron unas caballerizas del Marqués de Cubas las que se convirtieron en el salón de peluquería más vanguardista de la capital de la mano del estudio de arquitectura de José Luis Ramón-Solans y Pilar Briales. El penúltimo espacio, el de la calle Ayala, en pleno barrio de Salamanca, fue el local más grande de la marca. Allí también condensaban todo su saber hacer pero quizá le faltaba la dosis de calor con la que soñaba la peluquera… Hasta llegar a este nuevo salón de Padilla, 1 que acaba de abrir.

www.angelanavarro.com